Vivir en familia

Cada vez que queremos definir un concepto que diga todo de manera sencilla sobre que es la familia, lo primero que hacemos es recordar nuestro concepto de la época escolar: “Es la célula básica de la sociedad” pero, ¿realmente creemos lo que definimos? Yo siempre he creído que tenemos ya en nuestra cabeza frasecitas de memoria para  responder ciertas preguntas y una de estas es la anteriormente mencionada.

Siendo sincero, no quiero entrar en planteamientos filosóficos, teológicos, sociológicos que puedan explicar una familia que probablemente no se a la tuya, ya que algunos me dirán “Yo no tengo familia”, otros quizá “A mí no me interesa tener familia, me gustaría mejor no tener familia, hubiese preferido tener otra familia, etc”. Pero la pregunta que debemos hacernos es: ¿Te sirve de algo quejarte de tu familia? Si te sirve para mejorar tu vida y vivir feliz, sigue haciéndolo porque crecerás, pero sino,  no pierdas más el tiempo con eso.

Probablemente la familia que tienes no es la que soñaste pero es la que vives en tu realidad presente y no tiene objetivo y llega casi a ser absurdo tener algo a nuestro lado, pero vivir sufriendo por que no tenemos lo anhelado. Yo no te puedo hablar de tu familia porque sencillamente no la conozco, pero si puedo contarte algo de la mía.

Aún recuerdo cuando nació mi hermano menor,  yo no entendía que estaba pasando. Únicamente atinaba a hacerme el “malo” porque tenía celos del nuevo bebé, pero eso no me duró mucho. No tengo memoria de mis tres primeros años con mi hermana mayor o con mi papá, pero sí recuerdo cuando llegamos a nuestra casa en la ciudad; siendo sincero no me gustó porque apenas estaba con ladrillos sobrepuestos y unas cortinas de música rock, pero aun así, era mi casa.

También viene a mi mente la realidad de trabajo de mi papá, ya que él trabajaba lejos y llegaba cada fin de semana con regalitos -jamás olvidaré cuando cambié un balón que baloncesto  por un pollito- suena risible pero en ese entonces no le causó tanta gracia a mis papás, pero para mí fue un gran negocio; y así pasaban los años en el colegio, ya desde los tres años me expulsaron del jardín por portarme mal -la expulsión solo fue por un día-.

Cómo olvidar cuando trataba de defender a mi hermana mayor de los “enemigos” y como jugaba y molestaba a mi hermano menor. A veces no sólo lo molestaba sino que lo trataba mal por ser el “mayor” de eso tampoco se escapaba mi hermana. Uno de los detalles particulares fue enterarme a los 10 años, que tenía dos hermanas más por parte de padre -mi papá y mi mamá lo sabían- y recibirlas en la casa y empezar a convivir; no fue tan sencillo pero aprendimos mucho. -aún sigo preguntado a mi papá y mamá porque no nos contaron, ellos sólo responden con una sonrisa-

Al llegar a la adolescencia fue muy fuerte ya que esa etapa no supe manejarla como ahora sé que debe hacerse. Por algunos recuerdos tontos -un accidente que sufrí a los 12 años- hacía sufrir a mi madre y me desquitaba por los insultos que me decían mis hermanos cuando estaba aún con muletas; no puede dejar de recordar que el único que jamás me dijo ofensas con respecto a las consecuencias que me dejó el accidente fue mi papá, él sólo me decía que debo de seguir a pesar de todo.

No fue fácil empezar ésta etapa con aquel accidente y con las secuelas que dejaron, no me importaba hacer sufrir a mi mamá -no sabía valorarla- y a mis hermanos -quería “defenderme”-, a mi papá ni en sueños le faltaba el respeto -él es militar, solo imagínense-. Casi termino mi adolescencia en ese plan si no fuese porque llegué a una parroquia como jugando.

Después de tener 16 años traté de cambiar pero no podía hacerlo, seguían los errores contra mi familia y ellos siempre estaban a mi lado. A pesar de las cosas duras seguían siendo mi familia. Cuando cumplí 18 años no quería saber nada de nadie, inclusive el mismo día de mi cumpleaños me salí de la casa y no llegué sino hasta la noche, despreciando el regalo que mi mamá me tenía preparado, aún recuerdo que tres días después de mi cumpleaños me hicieron el regalo -un denario- que siempre lo llevo conmigo recordando el gran amor que mi madre me tiene.

Durante una gran parte de esos 18 años de mi vida había causado mucho daño a mis hermanos y a mi mamá. Faltando meses para cumplir 19 intenté ser “buen hijo” y parece que empezó a funcionar, pero no fue fácil, pasó tiempo hasta dejar de  creer que mi familia me odiaba y es entonces cuando caí en la cuenta que había hecho mucho daño. Desde ese entonces empecé a tratar de enmendar mis errores y cada día le doy gracias a Dios por la familia que tengo, y que en medio de todos sus errores que a veces son horrores siguen siendo la familia que muchos no tienen.

Nunca me cansaré de darle gracias a Dios por cada uno de los integrantes de mi familia, cada uno me ha enseñado lo bueno que es saber vivir feliz, obvio que tienen errores al igual que yo, pero el amor que existe entre nosotros siempre será más grande.

Lo más probable es que mi familia y la tuya no sea la familia ingalls pero es la que tenemos. Si no tienes papá, mamá o hermanos alguien tuvo que haber estado a tu lado…

César Peña

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