Reinventar es una palabra de moda en la actualidad, es claro que no es algo que acabamos de descubrir ya que reinventarse es inherente al ser humano, puesto que va de la mano con la transformación que se experimenta día tras día.
Puede que creas que en tu vida la reinvención no ha llegado aún, pero la realidad es otra. Pasar de ser hijo a ser padre es reinventarse, de ser estudiante a ser egresado, de empleado a desempleado. Los ejemplos pueden ser innumerables, pero sobre todo reinventarse nace desde un momento o estado de insatisfacción que se experimenta.
Reinventarse no significa cambiar la esencia de tu negocio, profesión o forma de ser, es más bien la forma como la presentas a los demás. Eso no quiere decir que debes aparentar lo que no eres, sabes o vendes, es más bien saber actualizar esos espacios de tu vida personal, profesional y laboral.
Pero frente a eso, ¿todo se puede reinventar? Creo que se debe colocar un límite entre reinventar y cambiar, ya que siendo sinceros existen cosas que al reinventarse podrían perder su esencia e inclusive no podrán reinventarse y solo quedará cambiar. Reinventar un restaurante a puerta abierta y ahora que se dedique a realizar domicilios de comida es, por así decirlo, algo que no hace que pierda su esencia. Pero en este mismo ejercicio, cómo reinventar un bar en el que su sistema de ingresos de basaba en el consumo de sus clientes durante su estancia en el establecimiento, ya que no es lo mismo reunirse entre amigos en un bar a conversan, comer y beber algo, que decir: hoy en mi casa en medio del aislamiento social pediré algo a un bar.
Si nos acercamos al ambiente religioso es mucho mas delicado poder reinventar las prácticas religiosas, ya que no es lo mismo una celebración eucarística presencial que una virtual, o al querer confesarse, es imposible hacerlo de manera virtual.
Reinventa lo que quieras, debas o puedas hacer en tu vida, pero que no sea porque todos los demás lo hacen o sea un tema de moda, que sea más bien porque alguna parte de tu vida lo necesita.
