Por fin soy libre

Alguna vez escuchaba a alguien diciendo: “por fin soy libre de la universidad”, y me pareció muy interesante la esclavitud en la que se puede volver un espacio académico, y como algo que se inició con tantas ganas puede ahora ser un motivo de desaliento e inconformidad.

Uno desde que es pequeño quiere dejar de estar atado a algo o alguien; cuando hablo de atadura no me refiero al trauma sino más bien a poder soltarme de la mano para poder correr libremente. Mirando a los niños cuando tienen 3 años en adelante veo como quieren salir corriendo sin despreocupaciones y poder atravesar la calle sin mirar y medir peligros; luego en el colegio muchos quieren que los papás no los recojan y poder ir solos a casa, también poder salir sin permiso a cuanta fiesta se les invita, o hacer un viaje con amigos así sea a la otra cuadra.

Pero es ahí cuando descubren que no es así de sencillo, ya que siempre se tiene que buscar la autorización de quienes responden por su vida –papás, abuelos, tíos, hermanos–. No se trata de buscar aprobación por inmadurez, sino más bien por prudencia y experiencia de quien tengo al frente.

La libertad es genial cuando nos deja ser lo que realmente somos: personas felices. Yo no creo que libertad sea poder depender del novio o novia para ser feliz, tampoco creo que tenga que ver con un momento de placer, o que deba estar con algo de alcohol para disfrutar. De nada sirve pelear tanto para “liberarte” de tu casa y terminar después encadenado a los “amigos” que no te aceptan tal y como eres.

Pelea por tu libertad, pero recuerda que las personas que te aman no te están encadenando, simplemente te protegen mientras sepas como vivir mejor. Ser libre significa ser auténtico y saber valorar la vida y las personas que de verdad te aman.

César Peña

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