Estructura vs comunidad

Cada vez que me reúno con agentes pastorales, miembros de comunidad o algún grupo de personas que tienen hambre de Dios y se juntan para expresarlo de manera común, encuentro la misma realidad en diferentes niveles: La espiritualidad empieza a aplacarse gracias a las estructuras que muchos quieren que prevalezcan.

No estoy diciendo que las estructuras sean malas, es más bien que en ocasiones preferimos las estructuras y los conductos regulares antes que la vida comunitaria o proyección evangelizadora. Personas que tienen mucho para dar son alejadas porque no cumplen los “requisitos” que se establecieron entre los que dirigen la comunidad; y claro que está bien que los integrantes que aún no cumplen ciertos pasos para poder servir deben esperan aún, pero ¿por qué no hacer un acompañamiento personalizado a aquellas personas que sabemos sobresalen con capacidades que podrían ser muy buenas para el crecimiento comunitario?

También dichas estructuras se quieren imponer inclusive en los momentos de oración, ya que pareciera que se volvió una costumbre que las reuniones de oración deban cumplir ciertos pasos al pie de la letra sin importar el soplo del Espíritu Santo; obviamente que eso no significa que perdamos el control de nuestras oraciones y nuestras características personales cuando nos mueve la acción de Dios, y terminamos en el límite de “echarle la culpa a Él” por los resultados de una experiencia de oración comunitaria.

No debemos poner a pelear a la estructura con la comunidad, es más bien saber aplicarlas de manera objetiva y espiritualmente correcta. Esto se puede lograr no solo orando sino también leyendo los acontecimientos y aprendiendo a trabajar en equipo, valorando y potenciando cada una de las cualidades de los integrantes de un grupo de servidores y mejorando los defectos que puedan estar afectando el desarrollo correcto del proyecto evangelizador.

Hay que recordar siempre que la norma o ley no debe estar por encima de la dignidad humana; si se establecieron son para mejorar una realidad y no para convertirse en unas cadenas, castigo o simplemente pretexto para imponer una voluntad personal.

César Peña

Los comentarios están cerrados.