En ocasiones por buscar dar lo mejor de nuestro trabajo terminamos creyendo que siempre debemos estar frente a los demás mostrando lo preparados, importantes, talentosos que somos, y olvidamos que ese privilegio no es el fin primero de la vocación de un líder.
El buen líder debe saber ocupar el lugar que se necesita para alcanzar una meta trazada; no siempre tiene que estar frente a los demás siendo el protagonista, hay ocasiones -y muchas por cierto- en las que debemos saber estar detrás de las personas que guiamos e inclusive sin que nadie note o se entere que estamos ahí, aquello en el teatro se llama tras bambalinas.
Para quien es el que guía o lidera, no va a ser sencillo esconder su gran talento; pero no se trata de esconderlo, es más bien de saberlo transmitir por medio de los demás. Cada detalle o acción que realicen las personas que diriges deben ser reflejo de un arduo trabajo de formación y capacitación de parte del líder. Cuando quieres estar al frente para que las cosas salgan “como deben ser” es porque realmente no realizaste la preparación pertinente a quienes debían representarte.
No se trata aquí de llegar de la noche a la mañana a aparecer en todos los escenarios de liderazgo o hacer presencia en cada momento de un espacio público o comunitario, se trata más bien de ser consciente de la gran responsabilidad que se tiene al estar como cabeza de una o más personas. Los aplausos, reconocimientos y demás son valiosos; pero para poder disfrutar correctamente de ellos debes primero hacer un minucioso trabajo en las personas que tienes bajo tu responsabilidad e inclusive te ven como un ejemplo a seguir.
Quizá hoy no seas el más reconocido y quieras cambiar el mundo con tu estrategia, pero no por eso debes afanarte para mostrar tu gran talento a todos los demás, más bien con cautela prepara tu vida y a tu entorno para que no sólo goces de privilegios, sino más bien puedas responder como se debe a aquel gran encargo que hoy tienes en tus manos.
