Yo nunca lo hubiera hecho

Muchas de las personas que lideran procesos suelen caer en la frase que deja claro el “nunca”. No se trata de buscar aplaudir las malas acciones de las personas que en vez de ser ejemplo con sus acciones terminan siendo lo contrario, por mucho o poco cometen errores.

En estos días he visto a muchas personas por los medios pidiendo cabezas o puestos, pero lo que me hace reflexionar en lo que realmente debe ser un líder es cuando se habla de ética olvidando que no es ético asegurar desde una trinchera de poder o sintiéndose grande asegurando que “jamás” se ha mentido.

Creo que un líder de cualquier índole no está colocado frente a un grupo de personas para ensañarse con quien tuvo una acción (grande o pequeña) que ocasionó consecuencias. Hoy quiero que recordemos que es muy sencillo decir soy líder cuando muevo masas en medio de un momento de emociones o mediáticamente por alguna circunstancia, es más bien saber mantener la decencia cuando inclusive tu adversario está en bandeja de plata.

Ser líder implica saber denunciar las faltas de los demás, pero con altura y educación, eso se muestra desde las palabras que se emplean para evidenciar; no se trata de repetir como una cotorra lo que los demás dicen o me mandan decir, es más bien ser coherente con sus palabras y no contradecirse o cambiar sin ninguna explicación.

Todos quienes comenten equivocaciones deben saber asumir las consecuencias de sus actos, pero los demás no tienen derecho a pisotear la dignidad o investidura por el simple hecho de creerme con la conciencia moral intachable. Hay que recordar que no porque el otro tenga una calificación desaprobada mi calificación baja se convertirá en sobresaliente. No se puede pretender que mi perfil de líder se construya teniendo como base los defectos del otro.

Lo ético es en todo, y destruir con afirmaciones ofensivas que no se basan sino en deducciones o suposiciones es moralmente inadecuado.

César Peña

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