Discutir por Dios

En la vida encontramos diferentes temas que son el pretexto perfecto para crear o mantener vivo un problema. Personas que cada día buscan hacer que su posición religiosa, política, cultural, educativa, artística, deportiva, etc sea aceptada. Analizando detenidamente, el problema no es buscar que nuestra postura sea conocida y aceptada, realmente los conflictos y discusiones inician cuando queremos imponer nuestra alternativa.

Nadie va a negar que nuestra opción de carácter religioso probablemente sea la más adecuada -digo probablemente, ya que no debemos ser cerrados a las demás experiencias religiosas, pues entonces no tendría sentido el ecumenismo serio-.

Alguna vez en nuestro recorrido religioso hemos encontrado personas que a la fuerza quieren que optemos por su experiencia de Dios, y no se quedan contentos sólo con ofrecer lo bello que es cambiar de religión, sino que terminan atacando nuestra experiencia de Dios y comunidad; todos somos libres de seguir a Dios desde la experiencia que llene nuestra vida y nos haga ser mejores hombres y mujeres, pero dicha experiencia no debe atropellar a las demás, puesto que ser creyente en Dios implica buscar hacer el bien en todo sentido.

No por atacar más y gritar más fuerte los demás creerán más pronto. Encuentro en la vida personas que toman su experiencia como una lanza o misil para atacar a otro; veo como la Virgen María se convierte en el “espanta no católicos”, puesto que en vez de ser testimonio como ella lo fue, terminamos asustando a otros cristianos con el rosario. Eso no se llama defender la fe, eso es sólo una experiencia tergiversada de apologética.

Quisiera invitarte a vivir como un buen creyente desde la experiencia que tengas; no vale la pena atacar a los demás. Más bien cada segundo de nuestra vida que se nos note nuestra opción religiosa en nuestra manera de vivir, y eso siempre debe contagiar alegría y paz a los demás. Recuerda siempre que tu vida debe hablar más fuerte que tu boca.

César Peña

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